miércoles, octubre 08, 2008

Zona de desastre

Pero debería de reírme más, embriagarme un poco:
Sí, tomar whiskey por las mañanas.



¿Podremos ser optimistas? ¿Otra vez nos van a regresar 20 años? ¿Otra crisis? No sé si llorar, reír o dormir. Los noticieros y periódicos están saturados por la noticia de un derrumbe. En el fondo algunos sabíamos que esto iba a suceder o lo intuíamos. Otros, los dueños del dinero, lo sabían completamente. Es mentira que eso esté fuera de control. Ya lo hemos visto, después de este torbellino financiero, esta grotesca devaluación del peso frente al dólar, saldremos, como siempre, varios años más pobres. Y al parecer no hay a quien culpar, el sistema globalizado ha vuelto a los dueños del dinero casi invisibles: los ricos, después de esto, seguirán más ricos, los pobres más pobres: más y más pobres. Me sorprende como el sistema se perfecciona para someternos, se difumina, se rodea de incomprensibles tecnicismos, fabrica monstruosos laberintos de flujo de poder; el sistema es dueño del dinero, de la tierra, del agua, de todos los recursos; todo el sistema está hecho para perpetuarse, para auto-reproducirse; el sistema es un cáncer. ¿Pero quién es el sistema? ¿Quién el malo? ¿Quién el súper Boss? ¿Bush? ¿Dónde están las oficinas del verdadero gobierno, a quién hay que derrocar? No lo sé, tal vez haya que derribar todo, como se ha hecho antes, pero no lo sé, tal vez ni siquiera se haya derribado todo alguna vez, tal vez el Big Boss no es uno, sino varios, sino todos nosotros, en cierta forma, (claro que estoy pensando en el Big Brother) lo único que yo sé de todo esto es que los ricos saldrán más ricos, los pobres más pobres; cómo destruyes a un enemigo que posee el encantamiento de la ubicuidad y la ha perfeccionado durante miles de generaciones. En el fondo del misterio, detrás de la gran mentira, todo estuvo orquestado, todo va de acuerdo con un plan, ya ha pasado y volverá a pasar.

El fin de semana pasado noté que en el supermercado las estampitas de los precios habían sido arrancadas. Ahí vienen los aumentos, pensé. La ambición de los banqueros no conoce límites, no son humanos los límites de esta codicia, vienen de un inframundo, del lado oscuro de la fuerza. Y todo sucede así por no tener la energía para levantarnos, para proponer y realizar por nuestra propia cuenta formas distintas de organización social, formas adecuadas a cada grupo social, por qué no rescatar la idea de la autogestión, comenzando por uno mismo. Recuperar la tierra, quitarle la tierra a la máquina, volver a los inicios, volver a nuestro tamaño animal. No sé cómo, ah… si yo supiera cómo, pero no lo sé.

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