viernes, noviembre 27, 2009

Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.



José Emilio Pacheco

Lo que cuesta la vida

Pasar dos noches en hospital de medio pelo en lugar de pasarlas en los separos del MP entre otros criminales como tú: 3000 pesos.
Mordida para liberar tu automovil antes de dos meses: 3000 pesos.
Pago de infracciones que no cometiste: 2500 pesos

Que un suicida se arroje contra tu vehículo en una vía principal sin iluminación no tiene precio.
Para todo lo demás están tus pocos ahorros, los de tus amigos, los de tu familia más cercana y la bendición de contar con un seguro de buena cobertura.

No, definitivamente no amo mi patria.

viernes, noviembre 06, 2009

Cuando me da el váguido

En las dos últimas semanas me he sentido enfermo. De repente, a cualquier hora comienzo a sentir dificultad para respirar, como si mis pulmones no pudieran llenarse completamente de aire. La semana pasada en la noche me puse peor, se me entumecieron los labios y me hormigueaban las extremidades, la sensación de ahogamiento aumentó, me sentía mareado y pensé sinceramente que moriría en Puertro Morelos en los brazos de la mujer que amo, tuve miedo. Durante mucho tiempo había pensado que lo mejor que podría yo hacer era morir, en verdad creía que no sería capaz de desarrollarme exitosamente en ninguna actividad económicamente productiva o no productiva. Soy muy proclive a la dispersión, las cosas me aburren muy pronto, me cuesta trabajo lidiar con las personas y tengo muy pocos amigos, qué podría esperar. No creía que valiera la pena matarse trabajando para entrar en la cadena alimenticia y sin siquiera llegar a ser famoso o rico o cuando menos respetado, al diablo, pensaba, pinche vida está mal hecha. A fuerza de vivir uno se acostumbra, va encontrando pequeños gustos, a medida que el cuerpo se deteriora más se aferra a la vida. Jadeante, a las tres de la mañana, en la noche completamente silenciosa de mi colonia, pensé que no quería morir aún, que no quería morir ahí, en ese pueblo olvidado, que no quería dejar sola a mi mujer, que aún quería hacer algunas cosas, qué cosas, no lo sé, ni sé si lograré hacerlas, pero en ese momento sentía ganas de reconciliarme con todos y con todo. Recordé a mi abuelo que renegó de la iglesia toda la vida y el día de su muerte, agonizante, pidió que le llevaran a un cura. El malestar sigue, a veces mejora con un aerosol como el que usan los asmáticos y que me recetó un médico que no supo lo que me pasaba. Y esto es todo, no hay conclusión.