viernes, octubre 03, 2008

Todos los animales que usted ve en esta tienda fueron criados en cautiverio

Mi espíritu, que es eterno, sólo sabe agonizar.
Mi mujer, tan guapa, se acicala, se queja de cierta imperfección…

(…tan falso como los milagros que las cremas prometen,
el corazón me late
lento,
caldo tibio y lentejas recorren mis venas)

Se prepara para entregarse, hermosa, al sueño,
mientras, mi mirada se pierde,
torva y pasmada, en los espasmos…

(y ella acaricia sus piernas pretextando untarse crema
y yo no puedo ni verla
y nuestro amor parpadea
como el piloto de nuestro boiler
que ya no sirve y se apaga:
Vámonos a España, niña,
acaso allá entre los muertos pueda renacer el niño y el perro
y no habrá más ojos tristes ni más inútil espera)
(Acaso allá pueda amarte
como el animal que soy y no se reproduce en cautiverio)

…en las revoluciones del ventilador
que peligroso pende del techo se hunde.

Mi espíritu, alma, fantasma o conciencia
sufre de un mal metafísico,
el eterno es el que sufre, lo eterno es el malestar.
¿Qué placeres puede hallar el fantasma
en los dolores mundanos de la gente hormiga?
Los viejos dinosaurios en el fondo del mundo
tendieron la trampa y ya no hay forma de vida que no sea el cautiverio;
vivimos, comemos, hacemos cosas como trabajo, amor, escuela
en un triste encierro de rejas enmarañadas,
crecidas por dentro
como esas raíces de árbol
que escarban la ruinosa roca de las paredes.
Yo sé de adjetivos, no de verbos.
Yo sé de paredes pero nada de árboles,
no sé sus nombres y ellos tampoco saben
y por eso son árboles, inútiles y bellos
que en silencio producen el oxígeno que respiramos,
junto con las algas:
continuar y seguir,
qué nos queda sino continuar y seguir.

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