jueves, mayo 12, 2005

A veces el vacío

—Éste es el día de los días —dijo ella, cuando me
acerqué—: un día entre todos los días para vivir o morir. Es
un día hermoso para los hijos de la tierra y de la vida, ¡ah, y
más hermoso para las hijas del cielo y de la muerte!

Edgar Allan Poe


¿Hay cosas peores que la impotencia ante la pérdida de un ser querido? Hace unos días hojeaba, ojeaba también sirve, los títulos en una librería. Me detuve en uno que decía la separación de los amantes; en alguna parte el autor o autora, no recuerdo, decía que las rupturas amorosas constituyen uno de los dolores más intensos a los que se puede exponer un ser humano. Pero en estos días ya no tengo ni el sentimiento como llaga viva ni el ánimo creativo para hablar acerca de mis miserias amorosas. Si pudiera yo cambiar lo que ya pasó, ese sueño humano de siempre, el hubiera, si las naves no se hubieran hundido después de que les prendiste fuego, si el puente no estuviera allá en el fondo del río, si, si, si.
Estoy un poco aturdido y no puedo escribir... sí, ya sé que eso se notó desde allá arriba. Como casi siempre el epígrafe me queda grande. Esta confusión, estos nervios alterados por andar leyendo cosas que no debo de leer me durarán varios días, hasta que logré convencerme de nuevo de que el amor nunca es suficiente, nunca será lo que necesitas y de que mejor hubiera sido morir que haberte conocido.

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