lunes, mayo 23, 2005

Deshechos de oficina

Las tres últimas horas, esas son las más lentas, las que se vuelven una melcocha que no termina de resbalar. Ahora se pone peor la cosa porque me han quitado el acceso a internet, después de que mi jefa se enteró de que me lo habían dejado habilitado por accidente, me quitaron el pequeño placer de escuchar la radio. No me vaya yo a distraer. En fin, no hay que quejarse demasiado. La vida no se ha portado tan mal últimamente y, para ser honesto, la vida en general ha sido muy buena conmigo a no ser por algunas ingratitudes y malas pasadas de algunas personas que ni siquiera alcanzan a ser multitud. No, definitivamente no hay un complot en mi contra.
Pienso en ella, mucho, a veces todavía la sueño. Ayer por la noche la soñé. Obviamente ya no lo recuerdo muy bien pero sucedía algo así como una escena de celos, en esas en las que nos llegamos a especializar, ella me contaba anoche en el sueño todos los lugares que había conocido con el gringo que fue su amante o su novio o su palo o lo que sea que el gringo haya significado o signifique en su vida. A veces pienso en qué sería estar de nuevo con ella. A veces lo deseo bastante. Pero si no es así, si el amor no nos llega de nuevo, tampoco pasa nada, el universo sigue, ni siquiera se entera: seguirá el universo aquí con su eterna indiferencia cuando yo no esté y si no tampoco me voy a enterar; morir es también despertar de este sueño real. El universo unívoco, total, unitario no es más que la suma del infinito número de universos individuales de todos los seres que lo pueblan. Hasta en las leyes que gobiernan el andar de las partículas elementales hay un poco de alma consciente, un poco de voluntad creadora.

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