miércoles, mayo 13, 2009

13052009

Esta triste mímica cada mañana, siempre igual, siempre encender la computadora, servir el café, sentarse a ver pasar las ideas, ensayar algunas líneas, frases sin oración, nada. No recuerdo ya cuándo fue que me volví fantasma. Tras la persiana de palitos mi cuerpo se difumina y desde la calle sólo soy una silueta que espía y asusta a los escasos peatones, nadie camina por mi calle, casi nadie pasa, nada pasa tampoco. Condición de lecho de río sin agua, pedazo de coral tendido sobre la arena, cedazo roto, condición de pluma sin tinta, vehículo sin motor.

Voy a ensayar palabras sólo para probar que soy sublime, voy a cantar como un grillo atrapado en un frasco para comprobar que nadie escucha, voy a alimentar con mi cuerpo de insecto al gran sapo del mundo. El gran sapo del mundo no descansa, es insaciable, nunca para de comer, siempre parece que va a reventar, muchos esperan ansiosos el momento del estallido pero el sapo no revienta, se hincha, sus dimensiones no son de este mundo.

Escucho la radio (radio fórmula) y redescubro mi soledad, el que habla en la radio es un fascista, un maldito manipulador (ganas terribles de vomitar y llorar al mismo tiempo). Pero no hay más, es lo que hay, eso y otro muy parecido o quizá peor y otro que es un imbécil y manda “saluditos” fondeándose con música pop-o y también está la radio de rancheras o norteñas, puro sentimentalismo y mal gusto enlatado. ¿Qué fue del mundo? ¿A dónde se fueron todos? ¿Qué desastre nos redujo a esto? ¿Qué hice con mis amigos? Dios, si es que estás ahí, escucha con tus infinitas antenas parabólicas… qué has de escuchar, tú que ya escuchaste todo, tú que no estás ni existes más allá de esta conciencia de simio. Dios, no te veo, no te creo. Dios, estoy tan triste. ¿Cómo es que en la miseria puedo ser tan vasto?

Estoy en una isla, eso es. Mi mujer no me comprende y aún así me ama. Eso debería bastarme. Pero tengo la enfermedad de la sed que no se sacia, el mal del sapo del mundo. No recuerdo que mal naufragio me escupió a esta condición, acaso fueron varios. ¿De qué hablo? ¿Sabes tú de qué hablo?

Cuando estaba en la ciudad me quejaba de la ciudad, del exceso de autos y de pavimento, de la falta de parques y lugares de esparcimiento. Lo que está mal del mundo soy yo, yo y mi eterno esparcimiento. No trabajo, dicen que porque soy muy holgazán, dicen que porque soy un cínico, dicen y dicen cosas, casi ninguna es falsa. Mis días se escurren sin gloria hacia el gran agujero de mi muerte. ¿Por qué tantos años?

Pero el mar está aquí, a un par de kilómetros y tengo un buen auto que me lleva en menos de 10 minutos. Voy a dejar de escribir todas estas estupideces y mejor iré a mirar el mar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yaaaaaa!!!

Anónimo dijo...

Tío, como escribes, ánimo, escribes muy bien, hay gente que está mucho peor. Suerte.