Chale...
Está bien, eso quería no? Un trabajo. Dios, necesito dinero y ocuparme en algo, dije, yo que ni creo en Dios (sabes que estoy bromeando verdad?), terapia ocupacional, aprender cómo se inicia un restaurante, un trabajo para aprender y echar a perder con el dinero ajeno, lo pedía a gritos, no?
Pues ahí está. Concedido. ¿Por qué, entonces, no estoy exultante? Bueno, supongo que ahora que mi tiempo fue comprado por unos cuántos pinches miles de pesos al mes, ahora que tendré de nuevo que cumplir con un horario y hacer mías frases promocionales como aquella de "vivir es increíble", ahora que tendré que recorrer los 30 km que me separan del nuevo trabajo, ahora ya no tendré tiempo de pendejear felizmente en este cafecito, del que he llegado a pensar que soy el único cliente: como veinte mesas vacías y yo que nomás pido el café más bara, je je, con razón como que a los empleados no les da mucho gusto verme entrar. Seguro que dicen "ahí viene esté huevón que nomás pide un cafecito y se queda cinco horas". Pues ahora eso se acabó y ahuevo que me van a extrañar... cuando menos un poquito. No más mañanas libres para nadar en el mar, no más dar vueltas en la sala esperando el momento adecuado.
Supongo que de eso se trata todo esto, supongo que está bien, supongo que... qué se le va a hacer, qué nos queda sino putear como todos: el dinero, la renta, las cosas que no necesitamos pero cómo me hacen falta unos zapatos, un nuevo bañador, un playstation 3, la nueva temporada de House, cable, internet, el disco de los YYY's, el nuevo de FFerdinand, cuánto me hace falta esa nueva batería de acero inoxidable o la de aluminio anodizado que se puede meter tranquilamente al horno. Carajo, ya me gasté como 4 meses de sueldo. Qué nos queda, que pierdan toda esperanza los que aquí entran.